El Castillo de La Palma se asienta sobre un alargado, estrecho y aislado cerro, denominado de la Rosa, desde el que se domina plenamente el profundo meandro que forma el río Ebro, a unos kilómetros al oeste de la localidad de Sástago, en la comarca de la Ribera Baja del Ebro de la provincia de Zaragoza.
Se puede llegar a él saliendo de la localidad de Sástago por la carretera A-221 en dirección a La Zaida. Inmediatamente después de pasar el canal de la central hidroeléctrica hay que salir por la pista que se abre a la izquierda y que discurre por la orilla del río Ebro. A poco máas de un kilómetro se encuentran a la derecha las ruinas del castillo sobre un cerro que hay que subir (escalar).
Otro modo de llegar es continuar por la carretera A-221 otros 1,2 kilómetros después de pasar la central hidroeléctrica y salir por el camino que se abre a la izquierda, bien visible y con un indicador hacia el fortín. Tras unos 300 metros tomar la bifurcación a la izquierda, y un kilómetro después se llega a los pies del cerro donde se encuentra el castillo.
Los orígenes de Sástago se remontan a un asentamiento íbero del siglo III a.C. La zona fue poblada por los musulmanes desde que los sarracenos invadieron la península Ibérica. Después de la reconquista de la ribera baja del Ebro por parte del rey de Aragón Alfonso I el Batallador, los musulmanes permanecieron en la zona hasta que Felipe III decretó la expulsión de los moriscos en 1609. Sástago sufrió graves consecuencias con su expulsión.
Saraqusta, la Zaragoza musulmana, era la capital de la Marca Superior de al-Ándalus, centro de poder y de continuas sublevaciones, y el principal objetivo de las campañas del califato de Córdoba para sofocar rebeliones.
El castillo de la Palma fue construido por los musulmanes, probablemente en el siglo X, formando parte del distrito de Zaragoza de la Marca Superior de al-Ándalus. En épocas de su máximo esplendor debió ser una gran y poderosa fortaleza dado su gran tamaño. Está ubicada en una posición fuertemente estratégica, defendiendo y vigilando el curso del río Ebro desde su orilla derecha.
La fortaleza es de las más misteriosas y menos conocidas de Aragón, a pesar de la importante plaza que parece ser que fue. Su posición aislada y apartada de la población la hace aún más misteriosa.
Según una teoría bastante probable, aunque no confirmada del todo, el topónimo Warsa, de origen musulmán, estaría vinculado al castillo de la Palma. Las crónicas árabes mencionan Warsa, como una fortaleza situada en el monte Ourrosa (supuestamente de la Rosa) como posición fortificada junto al Ebro. Este dato hace pensar que se trataría de la fortaleza de La Palma. Según las crónicas, después de la la rebelión en el 935 del gobernador de Saraqusta, Muhammad ibn Hassin Al Tujibí, el califa Abderramán III acampó en Alcañiz cuando se dirigía a Zaragoza para intentar sofocar la sublevación. Se menciona de nuevo Warsa, cerca de Alcañiz, como plaza fuerte a orillas del Ebro (otro dato que hace pensar que se trataría del castillo de La Palma) ocupada en esos momentos por el hermano del rebelde, Ibrahín ben Hassin, fiel a su hermano en la rebelión. El gobernador rebelde de Zaragoza partió hacia Warsa para frenar el avance de las tropas califales. Desde Alcañiz, el califa Abderramán III mandó a Caid Muhammad Said Mundir Al-Qurasi, uno de sus hombres de confianza con el fin de tomar la fortaleza de Warsa, cosa que logra, y el gobernador rebelde regresaría a Zaragoza con sus tropas. El califa se avanzaría a la capital, fortificándose en Qadrit (Cadrete), una de las fortalezas que mandó construir ese mismo año (935) y desde donde dirigiría el sitio o asedio contra la capital de la Marca Superior. En 937, tras un largo y prolongado asedio con idas y venidas de Abderramán III desde Córdoba, la ciudad se rinde, y el califa entraría triunfal en la capital de la Marca.
En 941, todavía en época califal, las crónicas hacen referencia de nuevo a Warsa cuando el rebelde Tujibi, tras ser perdonado por el califa, es dejado al mando de la fortaleza de Warsa, la Suda de Lérida, y el castillo de Al-Marya (María de Huerva).
Es probable que la fortaleza de La Palma fuera conquistada por el rey de Aragón Alfonso I el Batallador durante su campaña de reconquista de las tierras de la Ribera baja del Ebro, en 1133, un año antes de su muerte y del desastre de Fraga, en la etapa final de su vida. Tras la conquista cristiana, el castillo sería reformado y transformado. En 1158 Sástago se menciona como límite del obispado de Zaragoza.
En 1199 el rey de Aragón Pedro II empeñó la fortaleza por motivos económicos, pasando a manos de Artal de Aragón. Posteriormente volvería a la Corona pasando al señorío del obispo de Zaragoza. En 1232 el rey de Aragón Jaime I el Conquistador lo cede a Blasco de Aragón a cambio de Morella y Al-Marya (María de Huerva) De este modo, villa y fortaleza vinculan desde ese momento a una de las ocho grandes familias nobiliarias de Aragón. Sus descendientes aumentarían el patrimonio familiar con la incorporación realizada por Artal II de Alagón, de Pina en 1293, y otras poblaciones de la ribera del Ebro.
A principios del XVI, 1511, fueron nombrados condes de Sástago. Extinguidos los Alagón a mediados del XVII, el condado recaería en una rama del los Fernández de Córdoba. En 1848 la fortaleza sería utilizada como palacio del señor del Sástago. En el siguiente siglo el castillo fue ocupado por la Guardia Civil, hasta que fue totalmente abandonado. Actualmente presenta un estado de ruina lamentable.
Al parecer hubo otro castillo en Sástago hasta hace poco tiempo. Se trataba del castillo palacio de los Alagón, típicamente urbano, de gran trayectoria histórica. Era propiedad de los Condes de Sástago, y se situaba en la parte alta de la localidad, dominando un acantilado sobre el Ebro. Había llegado a nuestro tiempo bastante degradado. Se demolió por razones urbanísticas. Su interés se limitaba a la portalada con el escudo de los Alagón, y a una sala u oratorio que estaba cubierta por bóvedas estrelladas.
Leyendas de la dama de blanco del castillo de La Palma
Durante el tiempo en que los musulmanes dominaron el castillo de La Palma de Sástago, se construyó un pozo vertical en el recinto para tener acceso al agua del Ebro o de la acequia que ellos mismos construyeron, en caso de ataque o asedio cristiano, para tener asegurado el abastecimiento de agua en el supuesto caso de quedar aislados. En torno a este pozo hay dos leyendas.
Una leyenda cuenta que uno de los alcaides del castillo tenía una hija muy hermosa llamada Laz. Ella paseaba por el castillo a diario, y su padre le advirtió una y otra vez que no se acercara al pozo porque era peligroso y podía caer en sus profundidades. La joven no hizo caso y un día se asomó a él, cayendo dentro. Durante días buscaron a la hija del alcaide en el fondo del pozo, pero increiblemente no la encontron y nunca más se supo de ella.
Según otra leyenda, el alcaide de la fortaleza tenia una hija muy hermosa llamada Laz, a la que dio una educación muy refinada. Esta se enamoró de un musulmán de bajo rango, cosa que su padre no pudo soportar ni aprobar. Se cuenta que la noche de San Juan de año desconocido la arrojó al pozo y nunca más se supo de ella. Hasta se dice que gente que ha estado de noche en el castillo la noche de San Juan, con espejos, han visto reflejados en ellos, a las doce de la noche, la figura de una mujer vestida de blanco.
Durante generaciones los habitantes de Sástago han recomensado no asomarse ni bajar al pozo del antiguo castillo musulmán, porque se dice que allí hay una mora encantada vestida de blanco, la dama de blanco, que podría encantar a quien se asome o intente bajar al pozo, y quedarse allí para siempre.
El castillo de La Palma es el típico ejemplo de hisn o castillo levantado por los musulmanes con estricta finalidad defensiva o militar, presentando una misma disposición: construido en tapial, de planta alargada e irregular, rodeado de fuertes murallas de duro tapial que se adaptan al terreno donde se asienta, reforzadas con torreones de planta rectangular o cuadrada, levantado sobre un cerro de media altura al borde de un barranco o acantilado aprovechando sus defensas naturales, y con una gran torre situada en uno de los extremos del recinto. En este caso el Ebro serviría a su vez de defensa natural. Semejante disposición presentan los también castillos de origen musulmán de la provincia de Zaragoza de Maluenda, Qadrit (Cadrete), El Mayor de Daroca, Alfajarín, Al-Marya (María de Huerva), Rueda de Jalón o la Plaza de Armas de Calatayud.
La fortaleza es de grandes dimensiones, siendo sus medidas aproximadas de casi 90 metros de largo por unos 20 ó poco más de ancho. Se conservan partes de sus dos recintos, el superior y el inferior.
Se accede a la fortaleza por el recinto superior a través de una puerta que presenta un arco de medio punto, modificada de su estructura original. Está flanqueda a ambos lados por un torreón de tapial rebajado en altura. La entrada correspondería al flanco norte de la fortaleza. Enfrente de la entrada, en el patio, se encuentra la gran torre, la ermita del Pilar y un túnel o pozo que da a extramuros al flanco del río, y que cuenta con una leyenda.
La gran y robusta torre se encuentra en uno de los extremos del recinto, adosada a la muralla exterior del mismo. Su planta es rectangular de unos 8 por 6 metros de lados, su alzado tronco piramidal y su considerable altura superaría los doce metros. Estaba dividida en cuatro plantas, y se conservan un par de aspilleras a la altura de la tercera. Se mantiene en pie a duras penas, dado el lamentable estado de ruina en que se encuentra. Le falta parte de la cara que da a intramuros de la fortaleza, está abierta por el centro, y ha perdido su remate almenado como la mayoría de este tipo de castillos de origen musulmán construidos en tapial.
Junto a la torre se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Pilar, construida dentro del recinto de la fortaleza en el XVIII. Es de estilo barroco, de nave única, construida en mampostería, con grueso revoque de tierra mezclada con yeso, pareciendo de tapial. La entrada presenta un arco de medio punto. Se observan varias ventana en arco rebajado en la estructura del edificio religioso. Actualmente está cerrada y no se puede acceder al interior. Permanece abandonada desde 1936.
Detrás de la ermita se conservan restos de diferentes estancias, destacando un arco de ladrillo que se conserva entre muros medio caídos que correspondería a la modificación cristiana de la fortaleza de la mansión señorial, donde perdura una especie de sala que podría ser una capilla.
En el lado más estrecho se conserva una torre rectangular que defendía todo el flanco, y junto a ella restos de muros de otras estancias. Un muro, detrás, separa este espacio del resto del castillo.
En este este punto empieza el recinto inferior, del que no queda mucho. Restos de robustos muros y de algún torreón situado en el extremo sur de la fortaleza.
Sus poderosas y fuertes murallas fueron construidas en mampostería y tapial. En la linea amurallada de su flanco este, el que da a la ribera del Ebro, se conservan muros rebajados en altura y restos de un par de torreones. En el flanco oeste las murallas presentan bastante más altura, estando reforzadas por tres torreones rectangulares de tapial que sobresalen de la linea de muro exterior, más uno situado en el extremo sur del recinto.
Actualmente queda poco de musulmán de la fortaleza de La Palma. La típica disposición de la mayoría de sus construcciones y su espíritu. Atravesar la puerta de entrada y recorrer el recinto de la vieja fortaleza islámica, más de mil años después de su construcción, traslada en el tiempo, recordando la época que los sarracenos dominaron la península Ibérica. El castillo está lleno de magia y misterio. Desde su emplazamiento se contemplan fantásticas, increíbles, e inolvidables vistas panorámicas del río que vigila eternamente, el Ebro.
Construido en tapial y mampostería, con piedra muy tosca y sin labrar.
Actualmente se encuentra abandonado y en total estado de ruina.
El acceso es libre.
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Fecha de última modificación: 26/08/2024
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